TRENCADÍS

GAUDIANAS PSICOANALÍTICAS

NC EDICIONES, BARCELONA, 2010 (310 páginas).

El vocablo trencadís que he elegido como título para este libro proviene del verbo catalán trencar: romper, quebrar, quebrantar, cascar (un huevo, una vasija), etcétera. De ahí que su derivado, el adjetivo trencadís, pueda transcribirse por quebradizo, frágil. Dicha palabra tiene además otra acepción: la que nomina a una técnica utilizada por el arquitecto Antoni Gaudí, que consiste en revestir superficies con trozos de azulejos -expresamente rotos- que tienen imágenes y tintes diferentes. Las combinaciones de estos fragmentos crean formas coloridas e impactantes. Quien haya visitado el Park Güell o caminado por el Paseo de Gracia, ambos en Barcelona, conservarán seguramente en su retina al gran reptil policromado de la entrada del primero o los bancos con sus farolas del segundo. Esta acepción de trencadís, más específica y muy cercana al genial maestro de obras, es la que embarga al título de este libro: en él he compilado una quincena de artículos, de variados contenidos, tonos y tamaños que, al reunirlos, generaron un volumen -con los diversos significados de este término-, que espero sugieran al lector no sólo una superficie sino y también una consistencia “gaudiana”.

Lo dicho aclara el título y -al menos en parte- el subtítulo de este libro: gaudianas psicoanalíticas. Sin embargo, la primera de estas dos palabras requiere una puntualización complementaria, especialmente para los lectores de América Latina. Hay una condensación en juego entre el apellido del arquitecto catalán con el nombre de un río de España: el Guadiana. Este larguísimo torrente que baña las tierras ibéricas describe meandros y hoces; visto a distancia, desde ciertos ángulos, su curso se pierde, pero el río renace más lejos, dando indicios notorios de continuidad. Ese trayecto sinuoso y la tendencia del río a ocultarse para volver a mostrar su senda ha permitido que su nombre se convirtiera en metáfora: forma parte del lenguaje corriente actual la expresión “es como el Guadiana”. Con ella se alude a algo o alguien que desaparece para reaparecer, que se retira pero vuelve, que se vela y desvela, sin que ese dicho tenga siempre y necesariamente un carácter peyorativo: pese a todo, el flujo no se detiene; el curso continúa. Algo parecido sucede con el hilo conductor que atraviesa los diferentes textos de Trencadís; en este caso, lo que serpentea a través de ellos es mi manera de entender el psicoanálisis. No se muestra permanentemente, pero siempre discurre y se la puede descubrir, sea por los pequeños recovecos de un texto, sea por los temas tratados, sea en las ideas explícitas o en las sobrentendidas. Su continuidad se mantiene y ella oficia asimismo de pegamento, ocupando los intersticios en esta composición de fragmentos que es Trencadís.

Lo que designo como mi pensamiento psicoanalítico es más complejo que lo traslucido por el posesivo de ese sintagma: hay muchos psicoanalistas en ese mi, en ese modo personal de entender y practicar el psicoanálisis. Curiosa contradicción la del oficio de analista: siempre se ejerce de manera solitaria; no es posible socializarlo, salvo en un contexto muy específico -la supervisión-, donde apenas se produce un esbozo de acompañamiento. Sin embargo, solemos estar habitados por el pensamiento de nuestros predecesores analíticos. Esa presencia, deseada e ineludible a la vez, conlleva un peligro potencial mayor que la soledad: estar parasitados por esas teorías, quedar tetanizados por la tradición, rumiar ideas conocidas que llevan a una práctica gris, automática, sin invención, impersonal. Estrecha cornisa para una maniobra delicada: reinventar a nuestros maestros antes de abandonarlos, olvido activo tan necesario como la asimilación de sus ideas. Connaturalizarlas a nosotros mismos, de manera que ya casi no se sepa de quienes provienen. Ello exige más creatividad que veneración; implica la necesidad de volver de tanto en tanto al momento del nacimiento del psicoanálisis, el de los descubrimientos deslumbrantes. Regresar a Freud y a los grandes del psicoanálisis no consiste en imitarles sino retomar lo que con ellos quedó interrumpido, liberarles del cargamento de lo obsoleto, germinar nuevas ideas y renovar nuestra disciplina. Tarea que no acabará nunca. Este libro es fruto de esa manera de entender el psicoanálisis y las relaciones con los analistas que nos precedieron